Me ha tocado: la crisis de reputación

Una crisis de reputación en redes sociales es como dejar el gas abierto y encender la luz: no sabes que hay un problema… hasta que todo salta por los aires.

Y lo peor no suele ser ese tuit que se te fue de las manos, el meme desafortunado o la respuesta con un tono borde.
Lo que de verdad pesa es lo que viene después: ese silencio incómodo, los comentarios que no paran de llegar, los pantallazos que ya circulan por todos lados y esa sensación de perder el control mientras el resto del mundo observa.

En ese momento, todas las miradas suelen ir al community manager.
Pero siendo sinceros, el fallo rara vez está solo en el teclado.
Está en la falta de preparación, en un equipo que no ha definido bien los límites, en procesos poco claros, en decisiones rápidas, sin estrategia ni empatía.

Y entonces, pasa lo que pasa.
Se publica algo que no encaja con los valores de la marca, se responde desde el ego en lugar de escuchar, o simplemente nadie sabe qué hacer cuando las redes se convierten en campo de batalla.

Este artículo no es una varita mágica para apagar fuegos.
Es una guía para entender qué hacer, qué evitar y cómo sostenerte —como profesional y como marca— cuando la reputación empieza a tambalearse por algo que parecía un simple post.


¿Qué pasa cuando todo revienta? Las primeras horas de una crisis de reputación

Una crisis no siempre arranca con algo enorme.
A veces basta un comentario mal planteado o una respuesta fuera de lugar para que todo se descontrole. Y lo que parecía un malentendido acaba siendo noticia, meme o trending topic.

¿Te acuerdas del día que C. Tangana se quejó en una entrevista del trato que recibió en un Pans & Company?
Fue un comentario sin mala intención, pero las redes ardieron. La marca tardó demasiado en reaccionar, y cuando lo hizo, ya era tarde: el cabreo y los chistes se habían hecho virales.

¿O del caso de las albóndigas de IKEA con carne de caballo?
Fue un error logístico, sí, pero la falta de transparencia y rapidez convirtió el asunto en un símbolo de desconfianza hacia los productos de la marca.

En lo digital no hay margen.
El algoritmo no perdona y lo que antes quedaba en una queja puntual, hoy puede reventar en cuestión de minutos.

Por eso, cuando estalla una crisis, la improvisación no es una opción.


¿Qué hacer en esas primeras horas?

1. Para un momento. Respira.
Suena básico, pero en medio del caos lo primero que suele pasar es que alguien actúe sin pensar.
Queremos borrar, disculparnos, buscar culpables… y eso solo suele empeorar las cosas.
Primero, calma. El equipo necesita pensar con cabeza, no con el pulso a mil.

2. Recoge los hechos tal cual
¿Qué se publicó exactamente? ¿A qué hora? ¿Quién lo aprobó? ¿Qué contexto había detrás?
Necesitáis una línea de tiempo honesta. Sin maquillajes.
No para buscar culpables, sino para saber a qué os enfrentáis.

3. Evalúa el alcance real
¿Es solo un par de comentarios negativos? ¿O ya hay medios, influencers o clientes importantes hablando del tema?
Una mala lectura de la situación puede hacer que sobrerreaccionéis… o que lleguéis tarde.

4. Habla primero con el equipo
Antes de sacar un comunicado, informa al equipo.
Contad lo que está pasando, aclarad qué se va a hacer.
Una crisis gestionada sin comunicación interna rompe algo más valioso que la imagen: la confianza.


Errores que suelen agravar el problema

Las crisis, por lo general, no se generan por un fallo monumental.
Lo que las convierte en verdaderos incendios es cómo se manejan.

Aquí tienes algunos errores comunes que no apagan el fuego… lo avivan:

1. Borrar sin dar la cara
Ese instinto de “mejor borremos el post y ya está”… no suele funcionar.
En redes todo se capta al instante, y si no explicas por qué lo borraste, lo que parece es que intentas esconder algo.

2. Echar la culpa al community manager
Es muy típico, pero también muy torpe.
Lo único que comunicas es que tu marca no tiene control ni supervisión.

3. Responder con sarcasmo o soberbia
Cuando alguien se queja y tú contestas con un tono altivo o condescendiente, el mensaje que das es que no estás escuchando.
Y eso se paga, caro.

4. No unificar el mensaje
En medio del caos, cada minuto cuenta.
Si cada quien dice algo distinto, pierdes credibilidad al momento.
Toca hablar con una sola voz, bien alineada.


¿Hablar o callar?

Es una de las decisiones más difíciles durante una crisis.
¿Salimos a decir algo o mejor esperamos?

Depende de tres cosas:

  • Qué ha pasado exactamente
  • Qué tanto ha escalado
  • Qué representa tu silencio (o tus palabras) para la comunidad

¿Cuándo conviene pedir perdón?

Cuando ha habido un fallo claro, pedir disculpas no es mostrar debilidad. Es asumir responsabilidad.
Pero cuidado con los “si alguien se ha sentido ofendido…”.
Eso suena a excusa elegante. Mejor di: “Nos hemos equivocado. Vamos a corregirlo”.

¿Y cuándo es mejor callar?

Si no tienes toda la información, si el asunto no ha escalado o si cualquier palabra puede agravar la situación, lo mejor es una pausa estratégica.
Escucha, toma nota y habla cuando tengas algo con sentido que decir.


¿Y después qué? Reconstruir la confianza

La crisis no se acaba cuando deja de sonar en redes.
Se cierra cuando recuperas la confianza de tu equipo, de tus clientes y de quienes te siguen.

1. Repara primero por dentro
Si durante la crisis el equipo se sintió desinformado o desbordado, empieza por ahí.
Haz una reunión honesta, sin echar balones fuera. Explica qué ha pasado, qué aprendisteis y qué vais a cambiar.

2. Haz más que prometer
Después de una crisis, las acciones valen más que cualquier nota de prensa.
Revisa procesos, forma al equipo, cambia lo que haga falta.

3. Comunica cuando tengas algo concreto
No intentes volver a la normalidad como si nada.
Espera, demuestra que el cambio es real y entonces cuéntalo.
Sin grandes campañas, desde la transparencia.

4. No escondas a tu equipo
Si alguien fue la cara visible del error, no lo dejes solo.
Y si nadie dio la cara, que alguien lo haga después.
El silencio de los líderes suele pesar más que el error original.


Una crisis de reputación puede arrancar con algo tan simple como un tuit desafortunado, un malentendido o una respuesta mal planteada. Pero lo que de verdad pone a prueba a una marca —y a la cultura que hay detrás— no es el error en sí. Es lo que hace después.

Vivimos en una época donde todo se juzga al segundo. Y en ese juicio exprés, muchas veces no hay espacio para los matices, ni para el contexto, ni para los errores cometidos con buena intención.
La cultura de la cancelación ha metido tanto miedo al error que muchas empresas acaban más preocupadas por la reacción pública que por aprender algo real del tropiezo. Eso bloquea la conversación interna y hace que los equipos actúen a la defensiva, como si pedir perdón fuera un signo de debilidad.

Pero si una organización quiere ser vista como humana, coherente y con valores, tiene que recuperar algo esencial:
la capacidad de equivocarse y responsabilizarse, sin perder ni la dignidad ni el rumbo.

Porque comunicar no va de esquivar el conflicto.
Va de saber enfrentarlo con respeto, con criterio y con autenticidad.

Así que, cuando llegue el siguiente error —porque va a llegar, tarde o temprano—, acuérdate de esto:

No necesitas tener todas las respuestas en el primer minuto.
No hace falta disfrazar un fallo como si fuera solo un “malentendido”.
Y, sobre todo, no intentes silenciar a tu equipo ni maquillar lo que se puede abordar con honestidad.

Tu reputación no se construye solo con lo que publicas cuando todo va bien.
Se fortalece con lo que haces cuando las cosas se tambalean.

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